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Patricio se pregunta a qué hora llegaban del sur sus primos. Era ya la hora de cenar y los platos estaban puestos, sonó el timbre.
Hola Pato! - saludó Marcos, qué hacés? Gabriel dejó caer el bolso semi lleno de ropa y Tomás, esperando su turno, los miraba con una sonrisa satisfecha que mucho hablaba del tema de la noche.
- Cortaste el cordón, dice Patricio, abrazando a Gabriel, ya era hora. Gabriel, como a penas presente, correspondió el abrazo mirando levemente el borde de la mesa, o el reloj de pie, no supo bien. - Siéntense ya está la comida, dijo Patricio y los tres, en un movimiento que llamaba aquel de los patos, en aquella casa cómoda, interiormente sutil y fértil en rincones floridos (o su contrario) donde algo de humo (o su contrario) definía algo levemente crudo en aquellos platos, se disponían a un momento de sana discusión. El reloj tocó las 9, l'horloge, le Horla et tutti quanti gargarizó un engranajismo rotundo. - Es hora de aceitar ese reloj, dijo Gabriel. Se sentaron.
Volviendo de la cocina con la panera y algo de aceite, Patricio infiere que en un rato pasaban Nico y Estela. Los hermanos se miraron, las 9 resonaba con un fulgor profundo. - Lo conocés a Nico? Dice Patricio, -es Doctor en Siquiatría, se recibió el mismo año que yo. Gabriel lo miró y le dio lo mismo. La panera esbozó una nota de olor a pasado por horno, esa poesía particular de las paneras secretas de todas mesas. Patricio preparó la sauce con moutarde y aceite de oliva, se fueron pasando el bowl de ensalada azul, con rosquetes negros, en relieve.
-Qué fue de la vida de Estela, dijo Gabriel. Había estado muy enamorado de Lucrecia, su hermana mayor, una rubia templaria de aquellas caderas. No pudo consumirse un destino común por la diferencia de edad a la edad de las diferencias. Pero nunca dejó de amarla, aunque la viese seguido y como una flor. Era muy pispireta. -Es lo que anda, dijo Patricio. Marcos le pasó el pan a Tomás, que se negó la boca llena, dibujando un pase a Gabriel. Patricio dobló la primera hoja de lechuga en cuatro. -Y Lucrecia, cómo está? Preguntó Gabriel. Patricio lo inquirió de costeleta. Gabriel se sirvió vino. Se los oía masticar.
-Gabriel pasame el agua, dijo Marcos. Tomás se la acerca estirando el brazo con algo de flexión respetuosa, para nó despertar el pan. Suena el timbre.
-Buenas noches! -Hola, qué tal, dicen Nicolás y Estela. Nicolás la abraza y le da un beso en el borde de la boca y sin que lo vean le acaricia, con la mano en su bolsillo, levemente donde nacía su muslo. Marcos, de lejos, mandó la V de la victoria y Tomás le susurró algo al oído a Gabriel, que asintió sin mirar. Eran las 9 y 20. Sobre el parqué de madera lustrado, una bruma invisible de olor a cera infundía un horizonte irlandés a esa casa con detalles mágicos, sobre todo el indio pícaro sobre la chimenea, de madera.
- Siéntense, dijo Patricio. Ya está la boga.
II.A
- Todo bien, Marcos?, pregunta Nicolás. - Todo bien, responde, comprobando si traía el barbijo, ya se hablaba de quién se había olvidado (de traer) el postre. - Está duro, el tema.., infiere Nicolás. [...]
II.D.2
Sofi golpea la puerta y se asoma con una sonrisa secreta de las suyas:- Buenas... El ambiente todavía estaba tenso del momento anterior, Patricio le hizo señas que la acompañara a la cocina, mientras los demás recogían los restos de la comida y se atareaban como para despertar de un letargo de peso letal.
-Qué pasó, dice Sofi. Patricio, apoyado sobre el granito de la cocina, ambas manos de lado, le comenta, con algo de pudor: *(II.D.1)
II.D.1
-Barrilete cósmico!... "Comprate una reglita para solucionar tu problema", "No seas tan cruel...", si yo hubiese sabido te la partía por la cabeza, [...] manejo situaciones de violencia, "me deja con la heladera vacía", tengo mis necesidades, acostate acá conmigo, ...mon cœur, Mon Seigneur, il est l'heure...
-Gabriel.. Gabriel! Se había quedado dormido con el vaso de cognac en la mano. Acabo de soñar que era Frodo en la sinergética entropía [...]. Estoy cansado de mujeres/niñas y [...]. Estela, absorta en su mirada. Nicolás, acercando su boca sin besarla, le dice al oído que la amaba. Nadie estaba tan presente. - Y Chrístian? Plantea Patricio. -En el ojo ciego de las amistades infértiles. Nicolás buscó un cigarrillo y pensó en la hora.
II.D.3
-Ajá, bien, dice Sofía. Igual Estela tiene que aprender a confiar en ella si quiere salir de la espiral depresiva en la que se envuelve en estos casos. -O encontrarse a su gusto, plantea Patricio. -Otro tema. Sofía deja el bolso sobre la mesada y se acomoda el pelo con algo de nerviosismo. La presencia de Nicolás y la suya no era una impronta que el momento permitiera diluir en total transparencia, ante los ojos de todos, especialmente de Estela, y ante la densidad de lo acontecido al instante. -Me preparo un café y me voy, dice. Total nó vine por mucho tiempo. Quería verlo a Gabriel. -Gabriel está bien, responde Patricio. Son los 5 primeros centímetros de despegue.- De los 10 que vas vos, nó? infiere Sofía. Patricio abre la alacena y deposita sobre la mesada el café y un pocillo, sin decir nada.
-El tema es la familia, dijo Patricio, con un pudor más demostrativo. Nosotros nó funcionamos de otra manera.
-Familiia, dice Sofi. -Decime, dónde estuvo la familia para apoyar a Marcos en sus conflictos con la enferma ésa que tiene de mujer? Dónde estuvo la familia cuando Gabriel necesitó un mínimo de contención? Perdón, pero creo que vos confundís familia con gente que protege en general los silencios en particular...
-No podés entender, Sofi, vos no tenés casi familia.
-Y ustedes tienen demasiada. Yo escuché conceptos en interno, sé en qué se basan cuando juzgan o cuando toman partido. Disculpame, Patricio, pero esa bola de pichón tóxico huele mal al kilómetro. Y de avanzar el campeonato sin tener ni siquiera las bases...
-No podés hablar así, Sofía. Estás alterada y te vas de mambo. La personas son lo que son y en buena hora que perduren los lazos. Además, qué tenés que opinar vos..
-Ahí estamos, arcaísmos palabreros de tu bendito matriarcado. Acordate, Patricio, Gabriel los va a ir bajando uno a uno, en ése orden, hasta que pueda descubrir, en fin, cómo funciona medianamente el mundo. Acordate.
Patricio la dejó salir sin responderle. Sofía comentó dos palabras, saludó y todos la despidieron con cariño, algo sorprendidos de su visita sorpresa. Ella los reconfortó, y se fue.
-Chicos, café? dijo Patricio, asomándose por la puerta de la cocina. Todos respondieron que sí. Nicolás se levanta y se acerca a la cocina.- Qué pasó, Pato. -Nada, responde. No soporto a Sofía cuando se pone en plan coach de familia. -Opinó sobre Gabriel.-Sí, dice Patricio. Y precisamente nó para calmar las aguas.- Sofía es frontal pero tiene razón en muchas cosas, Pato. -Sí, como cuando me mandó a terapia cuando la consulté sobre el malestar de estos últimos años. -Bueno, y? Dice Nico. -No hay forma, Nico, con mis confidentes me basta.
[1]: Vergüenza instalada, o nó, ira o derrumbe interior, o nó, lo trasciendo. Me explico?
[2]: Siento como una vergüenza instalada, que se alterna con ira y derrumbe interior, pero de manera que mi personalidad trasciende, para no decir sublima, eso. Me explico?
-Claramente, dice Nico. Pero acordate que nó hay dos duelos iguales. Tocándole el hombro, le sonríe. Patricio bajó la mirada y algo en ellos habló de una transferencia de confianza, y amistad. Nicolás terminó de armar la bandeja con la azucarera y un platito de bocaditos de chocolate que siempre causaban sensación.-Listo? Miró a Patricio y este, con una mueca de quien se hace entender, se abrió paso hacia el salón. Dándose vuelta, mira a Nicolás y pronuncia un nombre con los labios, pero sin voz. Nicolás asintió en silencio. Como volviendo a un momento que no les pertenecía totalmente, correspondieron con una sonrisa los comentarios de los chicos sobre el buen café y los chocolates. Estela nó dejaba de mirar a Nicolás, con una sonrisa curiosa.
IV.
-Por lo pronto, yo me pregunto cómo puede el ser humano vivir en sociedad, ya que a referencias distintas, confrontaciones distintas, dijo Marcos. Tomás, que algo de experiencia tenía en intercambios culturales, respiró y suspiró con pésame. -La cultura asiática nos considera sin vientre, la cultura europea ignora nuestro complejo de inferioridad con respecto a ellos y nosotros, en nuestro culto popular de viveza criolla, pésima educación básica y otros espejismos (miró a Nico), desgraciadamente entramos en conflicto frontal con toda forma de realismo, concreto, subjetivo, o artístico. Todavía nó sé cómo podemos adorar el fútbol y condenar las barras bravas, vivir del aire una dolce vita de país gordo, sociópata desde la infancia, adorando próceres circunstanciales y vendiendo una historia que nuestros propios libros cuestionan... -Todas las del facho, se ríe Patricio. Gabriel, con algo de picardía, bosteza y se tira un cubito de queso en la boca. -Ya no se respeta la autocompetencia, l'autodérision (burlarse de uno mismo, N.D.A.), somos carburadores del qué dirán, si no te prendés en la gilada, te termina tragando crudo, es una boa. Y viene con patas cortas.
Esta diatriba le valió a Gabriel el Clin d'Oeil del Festival del b... y, cambiando de tema, Patricio respaldó a Tomás que lo miraba fijamente desde hacía un rato. -Qué, dice. -Nada, que si estaba seguro que era boga y nó boa. Estela volvía de un corto interín de lápiz de labios y todos la vieron más fresca. Menos Nico, que le daba a su idioma interior un valor casi constante. Por ende vislumbró la profunda castidad que exorcizaban esos labios, pensó en flores y en miel. Realmente la amaba.
V.
-David no va a poder pasar, está en un embotellamiento, dijo Nicolás, que acababa de atender un mensaje en el teléfono. -David... dijo Tomás. Qué personaje. Escucharon la última, que experimentaba con una teorización de la conspiración perfecta? Yo no sé cómo hace para mantener su equilibrio mental en esos casos. -Y llevar eso a concierto, dijo Nicolás, con algo de risa judía. A mí me comentó, prosigue, que apuntaba a acorralar a su público mediante lo que él llama el referencial absoluto: es decir que los que consideran el arte como el nivel más alto de la jerarquía de los respetos, deben sentarse del medio para arriba, y los demás, del medio para abajo. -Es estructuralista hasta el hueso, se ríe Tomás. Vos lo escuchaste poetizar sobre la base de la pirámide receptiva? -Alta virulencia que del medio para arriba recién una blanca vale dos negras, dice Nicolás. Pero es sutil su descripción del cerebro arácnido. -Ése que participa y se adhiere, dice Tomás. Él lo diluye en formol y ni hablar de sus gustos en gastronomía. Se ríen. Estela no lo sabía, era un tema de varones, pero David tenía un pasado ligado a Alain Delon, Edith Piaf y María Antonieta. Todos querían hacerse cargo, pero ninguno lograba resolver las viejas cuestiones del respeto y el amor, que en ciertos casos no era el más desagradable de los respetos. -Y eso de la conspiración perfecta? -Cuando te hacen la peor y vos guardás el equilibrio del plato, dice Patricio. -Una macumba? pregunta Gabriel.-Hay cosas peores que una macumba, infiere Estela. Nicolás la mira y aclara: -En este caso nó. La idea es, una vez la evolución personal llegando a concientizar un ataque a gran escala... -Un cucharazo por detrás, se ríe Gabriel -Sí, algo así, pero codificado en una inferencia comunicacional circundante mediante diferentes formas de manipulación socio-cognitiva, termina Nicolás.- Huy, papá, dice Tomás. Una mancha de aceite turca...-Exacto, dice Nico. Y en este caso la definición de una anoda y catoda como vector de inflexión. -Y eso suena bastante a misil suelo-suelo... de la cancha al tatami, resume Marcos. -En todo caso, el desenlace es retroactiva e inversamente proporcional y favorable, como toda pirámide de Ponzi asediada, concluye Nicolás, sirviéndole vino a Estela, que le tendía el vaso en diagonal y meciéndolo suavemente, al ritmo de sus pensamientos. -Y eso qué tendría que ver con la música.., dice Gabriel. David es algo agorafóbico, nó me extraña que se meta en esos bailes...-Componer y crear herramientas, a un cierto nivel, es lo mismo, dice Tomás. Nicolás lo mira y dice:-Vos lo escuchaste improvisar, últimamente? Tomás dice que nó, pero que sabía que David estaba entrando en una fase de instrumentalización orgánica y llamativamente contemporánea.-Bueno, es algo así cómo un coming out del espejo. No pudo contener una risa, y Estela, bebiendo, lo miró de costado, sonriendo con el vaso en los labios. Eran las 9 y 40.
VI.
Patricio trajo una botella de Jack Daniel´s y una cubetera de hielo. -Qué fue de la vida de Daniel, le pregunta Nicolás a Tomás.- No tuve más noticias, dice Tomás. Pero nó creo que siga con las importaciones. Daniel fue su jefe cuando importaban diferentes gamas de instrumentos Made in China en Europa. Tomás era un F1 al teléfono, pero lo terminó de desmoralizar el posicionamiento Low Cost de la cosa. Prefería su pasado de Novio Napoleónico, sicólogo de proyectos de ugni blanc (cognac) y otros encuentros Caneanos. Estela lo miraba como una bruja, cigarrillo en mano, recién levantada. -Gabriel, seguís con tus noches eróticas de 3h30 de vodka y amigas? Todos se mataban de risa. Gabriel, algo salvaje, respondió: -El que calla... Calla! Responden todos. -Y la verdad... fondo blanco general. Viva Copetín.
La rubia de anoche, dice Gabriel. -Seee, se escucha. Nico y Estela observaban. -Sacrifice? Dice Marcos. -No, Marquitos, nó. Escuchá. - Te escucho, dice Estela. -Dale.
- Voy a la Ántica, no?. Atención general. - Bueno, me siento al lado, sin premeditación, de dos amigas. Una de ellas, La rubia. -Siiii, se escucha. Silencio total.- Bueno, de piernas, se notaba, veinteañera ajustada. Buen corset, de cara divina, maquillage, tatuage. -Nøo -Shut. Perra Vikinga, plástica baby girl, campeonato a punto. Pasamos a su voz, decidida, firme, modulaba experiencias. Grave, concisa. -Vos también.. se ríe Tomás. -Chica de buena cuna, aclara Nicolás mirando a Marcos. -Exacto, dice Gabriel y Estela evita levemente su mirada.- Bien, me quedé pensando en las circunstancias del encuentro. -Abordaje. - Sí Marcos, trampa con botas. Opciones varias, de las cuales:
• Clásico tarjeteo ostentoso con opción a te espero sentado.
• "Tengo 5 minutos para decir algo que valga la pena mi compañía".-Estela se pegó la frente contra la muñeca. -Bueno, 1 minuto.
-Te quedan dos, dijo Marcos. Una para la Historia.
-Justamente: • Me quedan dos opciones para invitarte un trago. O
• Dónde conecto la líbido para ofrecerte un champagne.
Lo peor, dice, es que estoy pertinentemente convencido que sólo había que alterar el producto.
Nicolás se quedó mirando. Marcos y Tomás se contenían. -Tu bendita confianza en la prevención de riesgos, dice Tomás. A Estela nó le pareció tan cómico. Pensaba en la cara de la amiga, el caos... -Si nó te la levantás, no te la merecés. Dice Tomás. Gabriel, nostálgico, rememoraba aquel tatuaje, tan virginal. Estela se levantó a buscar servilletas. Patricio la miró, y volvió a la conversación. -Está mejor que la hermana, dijo, mirando a Nico. Este lo miró y sólo atinó a decir: -No lo sé. Estela les dejó un 90 a cada uno, con suavidad de gata.- Qué dicen? los miró, sonriente. Todos conmovidos.
-Soñamos con el %90 de lo que deseamos, dice Marcos. Gabriel replica: si de manotazo en manotazo no aprendés a nadar, es que nó te sacaste la escafandra... Estela, por un segundo, se imaginó complaciéndole un deseo profundo. Se culpó. -A demás, dice Gabriel, de qué pollera viene el pollo. Fondo blanco.
-Ósmosis, dice Nico. Curá tu edad con campiñas.
-La bruma retributiva, dice Gabriel. Nicolás entendió.
-El deseo conlleva parte de venganza, Gabriel, dijo Nico.
Gabriel lo miró con furor contenido. -Hay que regular Pathos, murmuró, entre cabizbajo y meditabundo.
-Quién era el de las teorías de universos encastrados?, dijo Tomás. Vaya uno a saber.
-Leí que hay gente que reconfigura su personalidad en función de las contrariedades. Cualquiera que fueran, como una despersonalización. -Es parte de lo que se sabe de la esquizofrenia, dijo Nico. Tiene otras características, pero la base es esa. De todas formas, Gabriel, la sensualidad y la intuición son caras de una misma moneda. Son macro humanismos, me entendés?- Mirá Nico, todo bien con la circunstancia, pero nadie me remite a mi pasado no inmediato. Nicolás calló, era uno de los grandes temas de hombres, mujeres, universo. La temporalidad.
-Convencen las pruebas, nó los argumentos. Y estos en los tiempos de individuos, grupos y sociedades. Tomás habló, y nadie pretendió contradecirlo. Sonaban las 10.
VI'.A
Patricio se empezó a sentir algo turbado. En su mente, como un laberinto de zonas pantanosas, el alcohol revelaba su sensibilidad hacia el pensamiento, sintió la urgencia de compartir ese universo qué, como un estroboscopio muerto, exponía las grandes zonas blancas y negras de su madurez finita:
-Con esa referencia de padre es normal que las puertas queden abiertas...
-Estamos en otro tema, dijo Marcos. Gabriel, algo choqueado por la indiferencia con que poetas y poesía entraban en contradicción con la responsabilidad estructural del Sapiens, objetó: -Alguien dijo que la existencia es el punto donde nos aferramos a un libro en el océano de las últimas noches... Ustedes me pueden argumentar que el punto nó es el humanismo à outrance, pero en algún momento la estantería se viene abajo. Nó será muy fácil recuperar materiales viejos? Dictó. Yo creo en la abnegación de la resiliencia y en la superación de los seres... -Sí, Gabriel, hasta que veas en frente la cara del Mal que define tu Bien.
Estela había intervenido. Los comentarios de Estela, nó solamente soslayados por su cualidad femenina, no siempre universal pero despojada de toda reivindicación facilista (nunca virtual o meramente conveniente), había establecido una ruptura frontal en el intercambio de los varones. Nicolás la miró, la observó. Se preguntó si se iba a llevar la copa a los labios. Ella bebió.
-Nunca falla la metáfora del bordado dado vuelta, dijo Tomás. Pensaba en Schopenhauer. -Dale Tomás, dijo Patricio, que Fierro tampoco bajó al Séptimo Infierno.
El movimiento general iba hacia los cigarrillos, los vasos, algunos recalificando una actitud cuestionada, otros, inmóviles, brillaban en sucesos futuros. Nicolás habló: -No deja de ser cartesiano el pensamiento lógico y la impulsividad recreativa.
Estela apoyó su mano sobre el muslo dormido de aquel ser que sabía callarla. -Nó hay verdad absoluta, dijo Patricio. Apoyó su lata de cerveza y barrió con su mano la brasa de cigarrillo que le había agujereado la ropa. Pensaba en algo. Un demonio hueco tomó posesión de la mesa. Ya eran y cuarto.
VI'.B
-Creo que considerar al ser humano como un organismo con reciprocidad en una dimensión mental•espiritual•almática tiene la ventaja de impedir ciertos excesos funcionales, dice Tomás. -Eso suena a sicología cuántica, se ríe Gabriel. -Es que sí, Gabriel, todos los parámetros están, en cierta manera. Quien dice cuántico, dice reciprocidad.
Todos se quedaron pensando. Quizá se buscaban en ese planeta paralelo y gaseoso de las almas.
-Eso podría explicar el amor?, pregunta Patricio. -El famoso paradigma, soslaya Marcos. Tomás definía su respuesta en el espacio tiempo adecuado.
-En la medida que el Amor sea un concepto reductible, sí, infiere. Si lo definimos desde lo espiritual, una trascendencia de dos seres en comunión intrínseca, quizá un encuentro de dimensiones singulares en una correspondencia plural sea lo suficientemente probante. Desde lo almático, la hipótesis de las almas gemelas, encuentro desde o entre dimensiones sin caracterización temporal, es una buena metáfora del comportamiento de las partículas elementales de la materia; en cuanto a lo mental, la representación del ser querido es nuestro huesito en esos mundos, resume Tomás.
-Y hacer el amor vendría a ser una fisión del esquema?... pregunta Gabriel. La idea general era lo suficientemente interesante para que, cada uno en su planeta de seres con algo de deformación profesional, en algún momento sin tiempo se aliñen en la evocación del Principito. También presentían las ramificaciones diversas que une recontextualización genérica del Ser Humano implicaría en indigestiones de clasificación y nomenclatura. Estela, particularmente sensible a la estética de la solución vigente, recordaba sus vivencias inflexivas, el hipnótico vértigo de ciertas tardes, y ciertas noches. Quiso darle participación a Freud y a Jung en ese sistema, pero algo se anteponía a ella. No quiso ir más allá del contexto. Bebió, concentrándose en la conversación. - Y en esa dimensión, dice Patricio, ingerimos vivencias, percibimos ideas y nos movemos en conceptos.! Me gusta, dice. Nicolás lo miró, algo condescendiente. Gabriel preguntó: -Alguien tiene hora?
Desde la noche externa a la mesa del encuentro, algunas estrellas, absortas en el color de su destino, comunicaban a penas. Otras, en el auge de sus existencias diáfanas o sutiles, contemplaban, desde la dimensión metafórica de los humanos, lo que acontecía en esa casa donde Patricio, en un perfume de equilibrios existenciales, percibió un matiz de una luz interior sin negligencias.
VII.
-Según Gabriel García Márquez uno se da cuenta de su vejez ante el peso de sus tripas, dijo Marcos. Estaba totalmente errado, un cambio de perceptividad y uno trasciende su cuerpo y otros cuerpos. -Vos pretendés Babilonia y los Chanchitos, dijo Tomás. Risa general. -Bueno, no es mucho pedir un Crucero en Ituzaingó, infiere. - Un teatralismo con Escuela...-Un chiripá con fainá.., dice Gabriel. Todos se quedan disfrutando una anécdota interior. -Catalizando representaciones icónicas, aquí el señor. Patricio abrazó a Gabriel y este, incómodo pero reconfortado, esperó el silencio evidente para traducir una idea que nó venía del empirismo popular circundante: -No hay nada más enceguecedor que una convicción. =Naa, dicen todos, arrojándole lo que hubiese a mano y fuera agradable. -Nó podés ser tan búdico, dice Tomás. -Ni tan cíclico, dice Marcos. - Casi apostásico, dijo Patricio. Estela, que se había despedido de Dios argumentando que estaría siempre en su pasado, recordó la cruz celta y su referencia a las antiguas religiones griegas. Le pareció particular la extrapolación al ortodoxismo cristiano, era anteponer Borges al letrismo del Aleph, Siddhartha a Hesse y confundir el empirismo de Deleuze con la arbitrariedad de Marlon Brando, pensó. No era una contigüidad típicamente Humeana pero la reconfortó su erotismo de buen gusto. Los varones hablaban ya de Isabel la Católica, o de Juana de Arco, quiso saber.
VIII.
Todos se quedaron pensando. La Religión podía ser el mal menor en épocas de techo y pan, pero a ninguno se le ocurría un vaticinio a mediano plazo. Patricio jugaba con los hielos del vaso.
-Es un tema candente. Todavía convivimos en la era de las muñecas, dice Marcos. Le echa un trago. Gabriel responde: -Qué culpa tiene He-Man que le agreguen músculos. Yo pienso que todavía nó tocamos el fondo de la era de la comunicación. Nada puede ser tan perfecto. Marcos lo miró y dijo: -Sí, pero ni los mandamientos eran diez ni Moisés bajó con cuernos del Sinaï. Nicolás sonrió: - Ni tampoco catalogamos la miopía de la Historia... Todos lo miraron, Estela deseó algo del 6to cielo, pensaba en la lupa solar egipcia. -Si Hitler vivió en Bariloche y Turing ganó la guerra a él solo, qué culpa tienen de Gaulle, Frondizi y el escabiante Videla que las Malvinas sean el salvoconducto de Rosas... No pueden ser "tan vastos".., diríamos en Sábados con Ernesto. Estela lo miró y lo deseó, quería entender su secreto, algo dejaba de encajar en el paradigma de su lejanía prosaica. - Antes de Macri las finanzas del estado estaban impecables. Me pueden decir lo que se les ocurra, La Cordillera lo representa, dijo Gabriel. Patricio: -" Ya no tiene Pirineos", declaró, refiriéndose a Luis XIV y la heredera del trono Español. Nicolás pensaba en Magdalena. Estela replicó: - Los franceses nó están para inventos. Brasil es brasa de tintura en aquellos pernambucos, dijo, y vació su vaso. Qué perra equina que se vuelve a ciertas horas de la plutocracia, pensaron varios. Gabriel la miró: -Sí, Estela, Brasil será un legado de Tordesillas pero te quiero ver en Despeñaperros, acató. Patricio vislumbró el primer planisferio, de Al Idrissi, revertido y con Sicilia al centro. Marcos apoyó el vaso sobre la mesa ratona y se extendió como un gato sobre el sofá. El cuero satinado, marrón, no llegaba a la clase de un Chester pero infundía un aroma a ombú por todo el cuarto. Nicolás dijo: - El prepucio de Jesús, Bar Abas "Hijo del Hombre" y la religión Mitráica, podemos referirnos al manuscrito de los Sabios de Sion y otras fotocopias olvidadas, podemos plantear la Tortuga Judía como la lanza del terrorismo mundial, podemos ignorar los 700 zaparrastrosos que cruzaron los Andes y los tantos otros mantenidos del Becerro de metales preciosos, podemos culpar a Law por el billete fiduciario y al FMI por la desregulación financiera, Macri cambiando de camisetas y las vacunas de Cristina contra el futuro poder de los gremios...-. Pensaba en la última canción de La Historia Oficial, El Reino del Revés. Estela pensaba en el erotismo de La Fontaine, Marcos y Gabriel no definían nada en común. Patricio tenía una especial, The Special: - Ok por la única opción de orejas pre-déicas: Educación para Todos. Ahora, si bien decís Nico que en Argentina tenemos el observatorio mundial de la climatología social, hasta qué punto no es mejor invertir en la excusa del hoy como intuición del mañana. Tinelli fue el Anticristo. Todos miraron a Nicolás, inclusive Estela. -No estoy en desacuerdo, dijo Nico. Pero tenemos que aprender a madurar el espectro con seriedad... Estela arrebató un fondo blanco, Marcos la desvistió, algo magnetizado. -Es así, dijo Estela. Marcos miró el reloj. Eran las 11.
X.
Nicolás se llevó a Estela al baño. Como un barco único, la besó profundamente, sacó sus jeans como quién saca un enemigo olvidado. Besó sus labios como algo que se diluía en su camisa, besó su genética de perra Collie, descubrió un mundo ascético entre sus nalgas. Ella lo hizo subir, besó su boca como pidiendo perdón. Nó sería Egerie de Valentino, pero deseaba su presencia con intimidad bochornosa. Él tocó su deseo, y dibujó el perímetro de sus pechos como algo sin trascendencia. Ella creció en volumen. Sus pechos reventaban. Él los besó.
Aislados del mundo, ella deseó rendirse, él la aplacó. Se besaron en un pacto con sabor a infierno. Ella se quitó todo. Él la marcó. En ese pacto dejaban de subsistir garçones de bar y boliches hermafroditas, él acarició su volumen con calidad de herrero, ella gimió. Gimió por Galadriel y Fëanor, gimió por Borges y Sofovich, la velocidad de la luz penetraba su ingle. Desbocó: - Dame masa. Él la presintió, estaba atareado en su Ego. Ella bajó órganos. Él la acompañó hasta el hipócrito punto donde Sade y Machiavelo entendieron de perfección. Voltaire dibujaba una sexualidad secreta, Hesse incluía. Ella estaba desnuda. Él, completo entre completos, traducía las viejas órdenes. Ella gozó. Él la miró en el espejo. Tiró su cabellera y ella expiró. La mordió, ella entregó su carne con exegesis, pidió un cuerpo de Virgen, María la acompañó en su onirismo de vedette gaucha. Gozó, entera, y él la absorbió. Palabra .. .
II.A
Tomás, Patricio y Marcos salieron a comprar el postre y algunos cigarrillos que faltaban. Patricio, luego de un silencio de grupo y algunas cuadras de movimiento nocturno, preguntó por los amigos de Gabriel, como quien vuelve con cautela a un tema delicado. - Los mismos de ayer pero con un apagón de fase, resume Tomás. Patricio retuvo una exhalación con bronca. Marcos intervino: - En esta generación de perfiles cara dura, el mundo de los neuróticos deja poco lugar a Edipo. Tomas y Patricio quedaron midiendo las probabilidades de la idea. No era incorrecta la espeluznante avidez con que Gabriel se apegaba a espejismos contradictorios, salvajemente corrosivos, infanticidas o extravagantes que modelaban y revolcaban un sustento gnóstico con el cual, tal un jinete de la Hidra, Gabriel dominaba un mundo de sutil equilibrio, ya prácticamente derrumbado. Patricio, con una sensación que hormigueaba en su boca y su pecho, preguntó si por fin el viento magnético de las condescendencias, las transferencias de arquetipos irresueltos y todas las constelaciones de mercachifles de eneagrama se habían terminado de cristalizar en un esquema completo. Marcos y Tomás, luego de un breve silencio, asintieron. La luz se hacía más fuerte a medida que se acercaban a la heladería.
Ya con el helado y los cucuruchos, decidieron arriesgarse al kiosco vecino de alumbrado algo inexistente.
-Seguro que nos atienden otra vez más como en la guerra, perpetúa Gabriel. Los tres se liberaron con una carcajada. Extrañaban la mansedumbre de los comerciantes europeos donde la política se definía a otro nivel y en un formato donde el respeto, quizá menos manoseado o disimulado, valía de cláusula. La generación del standing no tenía piedad con las representaciones o estereotipos o cualquier cosa con pelos que no fuera yé. Suspiraron, algo amedrentados por el sabor dulzón de la pasta supracraneana de falopa y bronca con la cual no menos de uno preparaba los frasquitos de sus chanchullos macumberos.
Llegaban al kiosco, era hora.
I.A.2
- Claro, dice Gabriel.
Nicolás, junto a una chica desconocida, o mejor dicho, a un nombre singular de belleza latina, plural, y femenina, de esas bellezas que, como los antiguos ídolos consagrantes, remataba Su esquina con el dogma Romano de la Ciudad Imperial, mucho antes de que San Agustín logre, en Dios Padre, olvidar la lujuria de su rostro, bautizando de mística una era Cristiana moderna, iconoclasta y populachera, ella asintió, mirándolos a todos: - Y a nadie, que quizá mi nombre no esté a vuestro alcance.
Los chicos contuvieron una sonrisa de objeto indirecto. Nicolás, Lacaneanamente, objetó: - Mis presentes.
El tiempo se congeló en su mirada. Ella recoltó la pertenencia del momento, y en un tiempo fuera del tiempo, se sentó. Los chicos pensaron que quizá estuviera embarazada, algo de su belleza ya trascendía las ambigüedades de la observación: su luz era intensa, su faciès, entre la exuberancia de una fruta tropical y madura y la blancura de las carnes almáticas, trascendentales, comunicaba entre signos de frescura y algo de irreverente autocomplaciencia una reverberación mística, un resumen de detalles improbables, lo que la belleza femenina puede comportar de negaciones rotundas y pequeños signos de aceptación.
Nadie rompía el silencio. - El árbol es árbol en la rama, dijo Nico, dibujando una reverencia de lo alto al piso. La optimización reptiliana estaba de más, pero ya todos, holgazanería mediante, se preparaban al culatazo certero de los noviazgos inmaduros (o de los clímax en flor, intuyeron Marcos y Patricio, sin prejuicios). El silencio perduraba. Todos sabían que Nico no era de andar con pasados vírgenes. Ése ímpetu animal, de celo inconsciente, que no tenía la dignidad de definirse en celo pero que movía un mar de simpatías en detalles ahora imprescindibles para la empatía general, dibujaba una estrella de David entre ellos dos: ella, luchando contra la culpabilidad de un amor, todavía debido, y la del aislamiento inquisidor, ya fundamento de una jauría de grupo, y la culpabilidad de necesitarlo, en su silencio abnegado, en la continuidad reconfortante del humo de su cigarrillo, en su lucha o su contemplación de las ruinas humanas de su constante decepción, de su escepticismo subliminal y prohibido, lo miró observar en un segundo un objeto sobre la mesa, lo siguió levantando la tez y mirando a la izquierda algo relevante, en el vacío. Lo observó sangrar, y con su propia sangre quiso lavar esa herida que ya la atormentaba. El la miró, con una sonrisa a penas esbozada. Estaban solos. Ella, como ante el naufragio de su propia vida, se aferró a ese mensaje (en otra conversación, temprana, ella entendió el sentido de esa sugestión) y se aferró al Universo inmediato con detallismo catártico, una energía resiliente alimentaba la estructura de su mente, y su corazón. Él proseguía mirándola, casi insistente. Entonces ella sintió, sintió esa sensación indefinida de la que surgen las sensaciones y los sentimientos antes de su arraigo de nomenclatura, de su cauce por la geografía de venas y chakras, órganos, inconsciente y dermis; sintió, profundamente; entró en contacto con el Ser de sus sueños, como rajando Damoclecianamente las superposiciones freudianas de una gnosis ya sujeta al Infinito. En ése instante sin tiempo, como en el centro de un Vals sordo y lejano, ella corroboró de nuevo su mirada, y era real, la estaba mirando. Entonces ella supo que estaba confrontándose, momentáneamente, con el Fin, como en un rito chamánico pero sólo con él, sin selvatismos, ocultismos ni exuberancias arquitectónicas. Bajó su mirada, y cerró los ojos. Supo que era el Entendimiento. Abandonada, relajó su espalda, y renació al momento. Eran y diez.
V.
-Y eso cómo sería, David?
- El vulgo o todo primitivismo activo tiene una visión pragmática y limitada de la realidad: su realidad, en definitiva, es todo lo contrario de una ficción abstracta (un libro...). Desde ese ángulo, la anoda se define como una temporalidad refluyente, que reacciona a la correspondencia activa de lo que define el esquema, una catoda cristalizadora de singularismos propios del efecto polarizante de su problemática intrínseca. Éste es el plano armónico, dice. Después, cada cual su época y sus masas, se ríe. Un jacarandá relucía por la ventana, la bruma era decente.
- Y eso implica una clave en particular?.. infiere Lucrecia, como esperando que su pregunta los acerque a un plano más emocional.
- En clave de darse el tiempo de ser quien uno es, Lucre. La miró y sonrió sólo con los ojos. Ella empezaba a descifrar su mensaje.
- Y a la hora de la evolución? preguntó ella, como sentándose en un lecho de flores. Lo hizo reír. Casi como una excepción, ella tomó su mano. Él nó se negó, dejaba hablar su instinto.
[...]
VIII.
- Hablemos de sexo, dijo Omar. No vaya a ser que terminen siendo una bolsa de huesos que nunca se animaron a una porno. Yamila los observaba con sus grandes ojos negros.
- Que esa intención nó se vuelva excusa, agregó Patricio. Gabriel reventaba mandíbulas. Marcos y Tomás, sorprendidos, y boquiabiertos, intencionalmente, dieron lugar a un abrupto intervenir de David y Lucrecia que se instalaban a lagarto, codos sobre la mesa. -Dice Nico que se van a demorar, dijo David, El Nación está de catapultas. Marcos se sirvió café. El debate comenzaba. (aba).
- Porno de vieja alcoba o porno del momento, dijo Lucrecia. David prendió un cigarrillo. - Porno bien natural, dijo Yamila. Sus ojos de fuego incandescentes, negros como la ceniza, devoraban. - Porno de religión?..- preguntó Omar. Su camiseta blanca, agujereada en partes irregulares, abría paso a una anatomía barroca. Lucrecia, o mordió sus labios, o dijo: - Hay hombres presentes.
Un correr de sillas dio lugar a una última oportunidad de sobreinterpretaciones. Gabriel respiraba con pésame. David, cuello quebrado, nariz en alto, miró a Yamila, luego de Lucrecia. Omar expiró sonriendo. Yamila, alerta, respondió a Lucrecia: - Mirá, Lucre, ojo con las camelottes.
Marcos decidió acomodar el encendedor a la par de los Marlboro. Gabriel, boquiabierto, deglutió. Tomás, mirando de lleno la situación, se arrimó a la mesa, levantó el codo y señaló a Yamila y Omar: -Ustedes vienen a lo personal. Bajando el brazo, el antebrazo entero sobre el borde de la mesa, atendía la respuesta, ahora de Omar. - Sí, dijo éste, riéndose por la nariz, su sonrisa intacta. -Podemos hablar de ausentes, no?, remató. Mirándolo, encontró los cigarrillos, se prendió uno. Nadie cedió a la incomodidad. David, pensativo, aclaró: - Pasa Omar que vos nó cojés un mediodía por año. Yamila apoyó, bajando la tez y mirando a Omar, la mano sobre el brazo de éste. Lucrecia, entrecruzada, esbozada su mejor sonrisa irónica.
Omar se levantó del asiento, se retuvo: - Mirá, 'Deivid', nó todos comemos cárdos. Lucre se puso tensa y lo atravesó de azul mar. - Vos sos azul, le dijo éste. Lucrecia retuvo a David secretamente. Omar, sentado, se dejaba acompañar por Yamila, ojos de fuego. Los varones, ante el toque de las once, dejaron intervenir a Patricio, algo solemne (Gabriel, crispado, chasqueó la dentadura). - Esto es el famoso campeonato G?.. Fastidiado, o fingiéndolo intencionalmente, pudo haber guiñado un ojo a Marcos, levantándose a la cocina. Lucre supo que esto dejaría menudeces. Los varones mantenían posiciones supuestas. Gabriel se levantó a menear. Eran y 10.
IX.B
-Tanto soñar para un 'Enjoy'! Nicolás arremetió contra la puerta. -Qué les parece el trueque relojero?, preguntó. -Traficante de nudillos, dijo David, algo relajado por su presencia intempestiva. Las chicas dejaron de fijarse con la mirada. Omar masticó algo profundo. Volvía Gabriel.
- Y Ella? Dijo Patricio, apareciéndose desde la cocina. - Fue a reconfortar el peldaño. -Ajá, bien, dijo Patricio. A lo Sofía juremos morir. Nicolás se boludizó un instante y preguntó a Gabriel si había estado soñando algo, en el baño. Este dijo que todavia nó. Nicolás miró a Marcos. Inmutable, a penas exhalaba humo.
Gabriel, como quién nó quiere la cosa, dijo: - Nó se, sinceramente nó se. Le robó un cigarrillo a Marcos y lo prendió con algo de intuición canina. Yamila objetó:-Basta ya de sustantivación alusoria. Andá al grano, David, qué te pasa con nosotros. Es el tema hace rato, nó? O te olvidas de... - Dale, 'Deivid', qué te pasa con nosotros, intervino Omar. Nicolás disimulaba una interpretación más clara de la situación. Dio paso al momento siguiente, no convenía intervenir si Marcos y Patricio dejaban fluir los flechazos de las chicas. De todas formas solo ellas importaban (Lucre, por ser hermana de Estela y pasión gavilanezca de Gabriel, y amante ocasional de Patricio, mas allá del encuentro con David que, por la naturaleza intrincada de éste, se definía como una casualidad de manejo sutil y dedicado, y también de Yamila, que todos sabían cómo venía la mano, tenía su lugar en todas las situaciones donde los presentes estuvieran reunidos).
-Que qué me pasa con ustedes? dijo David.- Nada Macho, qué me va a pasar con ustedes. O acaso hay algún tema que nos estemos olvidando aclarar. Omar intervino:- David no te hagás el gilipoyas, que nó comemos vidrio ni nos gusta andar franeleando estatutos por ahí. Yamila intervino: -Lucre, ya hace rato que estamos en esta, por favor, hacete cargo. -Yamila..., dijo esta, apuntalándola con sus ojos azules. Yamila respondió con su energía guerrera, sus ojos ensombrecían todo en su entorno. Eran dos mangas de gárgolas hembras.
- Tato, no te olvides el Tannat. Nos vemos pasado las doce, dale amor?... se escuchó. Nicolás respondía a su WhatsApp con el volumen en alto. Yamila y Lucrecia se miraron. Los primos se ausentaron un instante en una mueca de intenciones erradas. -No, pará pará pará..., dijo Yamila. Lucrecia se levantó intempestivamente, y, a la par de Yamila, calló a David que intensionaba abrir la boca. Nicolás, como risueño, o totalmente expuesto, o cortando el micro, enfrentó la inquisición. Omar, verde ficha, clavóse en la silla. Gabriel casi no respiraba. Patricio miró a Tomás. Su cigarrillo no inquiría pausa alguna.
X.
La puerta estaba entreabierta cuando Yamila y Patricio ingresaron al cuarto. Se oía debatir a Omar con los chicos, Lucre y David, desnudos, dejaron vislumbrar el torso de David, lampiño y bello, y algo de las caderas de Lucrecia que fijaban alto el formato del deseo que los recibió en la habitación. Patricio, algo inerte, cedió su mano a Yamila que retrocedía desvistiéndose, o sacando su elástico de su cola de caballo azabache. Lucrecia aparto un poco sus piernas, para que su depilación integral dé relieve a sus partes perfectas. David la beso. Patricio empezaba a sentir el cauce de los deseos incontestables. Lucrecia tomó la mano de Yamila, y, de pie, apoyó su ingle sobre el ombligo de ésta, y la besó sutilmente, tocó la base de su espalda, agachó levemente el cuello, besándola. Ya era algo de Yin Yang entre ellas. David prendió un cigarrillo y bebió del vaso de Lucre, algún Hennessy de Patricio que éste respondió con una sonrisa seria. David volvió a mirar a las chicas que, absortas en el detalle de su desnudez-vestimenta, jugaban a besarse sin deseo. La erección de David ya era intensa, Lucre y Yamila decidieron posponer los detalles y lo besaron, primero juntas, luego dividiendo tareas. Patricio, su torso ya desnudo, penetró a Lucrecia que no pudo fingir un espasmo de placer. Yamila tomó el sexo de David y acarició levemente, enteramente, el costado más a mano de las nalgas de Lucre, Patricio expiró. Ya eran víctimas posturales. Desde el salón, lo prohibido de la situación de Yamila, como una abeja reina entre Zares, la destinaban a un protagonismo seguro. Mientras Gabriel, atónito, respondía a Marcos cuando Nicolás y Omar, en desacuerdo, remontaban el hilo de la naturaleza de un conflicto de intenciones plurales, Patricio deseó el sexo de David que dos bocas arremetían, en una aritmética de singularidades perfectas. Éste, como rebanado, alternaba cigarrillo y cognac, deseando el distanciamiento de Patricio. Encontrándose en la mirada, Patricio empujó levemente la puerta y, en sombras, se dispuso a mandar un mensaje de texto. Una luna llena y sensual impidió el aislamiento rotundo de su gesto. Se oía el cliquetis de los cintos. Eran menos diez.
XI.
Gabriel se sentó en la esquina que lo vio descubrir los helados y la máquina de tragar fichas. Necesitaba aislarse. La noche había acabado, la casa había quedado vacía, solo Patricio y Marcos, ya recostados, lo despidieron antes de poner algo de orden en el cafetín de la mesa del living y refregar un par de platos. Los demás, en rumbos comunes, o ajenos, habían dejado el rastro de una noche condenada al motivo de otro encuentro, de otras noches. Y esa destinación le molestaba. Así como se sentía ajeno al último trajín de esa noche, que se diluía, en pasantes tardíos, trajín de últimos horarios, algún motociclista que, marcando el silencio, se perdía en su inmensidad.
La cabeza entre sus manos, buscó algo de orden en su interior. Cerró los ojos, pero la música de un boliche lejano irrumpió aún más en su búsqueda cautiva. No quiso fumar (había sobrepasado su límite) y se preguntó, con sinceridad, si lograría poner orden en los detalles de su vida.
GoDaddy se llevó sus últimos recuerdos..
I.
Gabriel se levantó con algo de ímpetu nativo. Nó supo muy bien si algo había cambiado en su interior, o si su interior, expuesto a la arbitrariedad de los recuerdos inalienables, había cambiado la naturaleza de su realidad. Decidió echar unos pasos, para ver.
Primero sus zapatillas le parecieron familiares. Levantó la izquierda, miró su suela, se dio vuelta, terminó de contemplarla. Se arrastró unos metros más, tocó su cinto, su pelo, la hendidura de sus órbitas; volvió paulatinamente de su sueño anterior, recordó, trató de recordar ante los vapores del ensueño, el Mont Saint-Michel, las semillas del árbol, Ombeline. Recordó sus Moleskines grises (destinados a la hoguera), y su sacoche. Midió bien esa palabra, sacoche, era la última que había podido formular antes de perder el control de lo acontecido. Había recordado el regalo de Benjamín, recordó (como recordaba a la gran Danesa), supuso haber estado en una plaza, la mayor, haber mirado el campanario, quizá haber evocado El Lobo Estepario, haber sentido una presencia, recordó el reggaetón de la casa de la esquina, la juventud de la que cada vez se sentía menos perteneciente, pero nó recordó más el por qué, ni qué estrella estaba mirando. Seguía caminando, todavía nó sabía a ciencia cierta si había regresado de una fantasía de ubicuidad y proyecciones de género, o si era una mariposa que soñaba que era él, Gabriel, caminando bajo el cielo estrellado. Recordó la claridad de la Vía Láctea tras el último apagón provincial, era cosa de locos. Trató de mantener un ritmo constante entre esquina y esquina, midiendo la cordura de sus pasos, enumerando sus conclusiones (recordó sus memorándums, sus esquemas) y terminó por concluir que, fuera cual fuese la naturaleza del momento que lo acompañaba, tendría que rendirse a la obviedad de un consecuencialismo flagrante.
A mitad de cuadra, se volvió a cruzar al cirujita al que nó había prestado atención en sus pensamientos primeros, en el claustro del momento en aquella esquina de recuerdos nacientes. -Son las 3? Volvió a repetir éste tras un comentario que ya no recordaba. Miró la hora, seguían siendo 3 y 20 pasadas, o 3 y media, tampoco volvió a prestar atención a este detalle. Pero reaccionó intempestivamente, alertado por un ímpetu certero e interior. - Son más de las 3, intervino Gabriel, como esperando una respuesta, algún signo.
XI.
Levantó la cabeza de sus manos. El piso no tenía tampoco la importancia relevante de una observación exigente. Tuvo ganas de fumar, prendió un cigarrillo, y quedó absorto en la observación del recuerdo de esa esquina, sus helados, sus máquinas de tragar fichas. El boliche cercano pasaba una música insistente, invitaría seguramente a los últimos pasantes a una última vivencia nocturna. Se quedó mirando el humo del cigarrillo. Le llamó la atención un papel doblado entre la caja y la filmina plástica. Intrigado, sacó el papel y lo desplegó. Este nó decía nada más que unos caracteres ilegibles, como de alguna lengua antigua. No era armenio, ni georgiano. Por ende dedujo que debía tener algún valor intrínseco, o por lo menos se debía de dar cabida en sus próximas Wikiferias a decodificar aquel mensaje intrigante. Miró sus zapatos, se acomodó el jean que franeleaba suelto porque así destacaba su compostura abdominal (y de paso nó lo cortaba en cuatro, se autosustentó, sonriendo) y se dispuso a volver de Patricio, ya los chicos debían estar en el séptimo sueño, tremenda noche aquella donde Yamila y Lucre se habían mandado chispazos ante la mirada atónita y nó tan casual de sus parejas. Recorrió todo el camino de vuelta pensando en Ella, en su voz, en su flequillito cortado a media frente, en su cuerpo voluptuoso y escondido entre ropa holgada, en los pequeños conflictos de sus primeros encuentros (y bien que le costó), en su hermosa sonrisa, en su hermoso corazón. Todavía sentía cómo lo había desarmado con su mirada brillante, casi imperceptible, al hablar de él y sus cosas. Recordó cómo la vio por primera vez, y cómo la vio para siempre. Seguía pensando, el ritmo de sus pasos le traía algo familiar, no supo bien exactamente lo que era, pero supeditó sus pensamientos a algo que tenía que ver con los latidos de una experiencia en el vientre de su madre. Suspiró, se sentía en un momento de vientos alisios del cariño. Miró el cielo, no había rastros de Orión, ya llegaba a destino.
La casa estaba totalmente inerte. Supuso que Patricio ya se habría acostado, así que agradeció haberle pedido un juego de llaves. Buscándolas, en algún bolsillo, escuchó la voz de Marcos que debatía con ánimo algún tema indefinido. Prestó atención y confirmó que por lo menos Marcos estaba despierto, quizá Patricio o alguno de los chicos también habían decidido prolongar un poco más el encuentro, por más que a esa hora ya la sobremesa estaría relajante.
Tocó con los nudillos su típico un-dos-tres-cua, y esperó. La voz de Marcos se hacía más fuerte, estarían por abrir la puerta.
Se escuchó el cerrojo interno. Patricio, dejando de prestar atención, lo mira, sonriente: -Hola Nico! Justo se van David y Lucre. Pasá, ya nos estamos acostando.
X.
Nicolás pasó al comedor y se instaló en la mesa principal. Marcos y Patricio seguían debatiendo algo que tenía que ver con Omar, con lo acontecido en esa noche, con la naturaleza de sus encuentros, con el rítmo con que bajaba la bebida en esos episodios particulares de manifestaciones diversas; Tomás, recién llegado de su noche propia, parecía estar al mando de una preocupación que intentaba infundir a los chicos. Se comentaba así mismo la situación comprometedora de Gabriel saliendo con una amiga de las chicas, alguien al parecer que merecía las embestidas de su opinión, la defensa de factores y semblantes de las que ellas dignaban liberarse sin más remordimientos que el de enfrentar sus verdaderas naturalezas, desenmascarar miedos y enrolamientos sociales, defender el estatuto de ser Mujer y ser deseante, y deseado. Nicolás pensaba que esa definición reductora merecía una buena revolcada de sobremesa de las que efectivamente se hablaba en aquel momento. Gabriel, pensó, aunque ausente (algo en ello le sorprendió de alguna forma, indefinida) seguramente tendría una participación desinteresada en esa discusión, en la medida, como era Vox Populi, que su voluntad no deje de superponer claros y oscuros contradictorios, y llamativos. Observó el salón, algo de desorden y desdén auguraba una planificación distinta de la reorganización post-festum de esa casa ya conocida, familiar, donde tantas noches habían culminado en afinidades y distanciamientos, sucesos improbables y quorums notorios, historias de grupo, y grandes secretos.
- Por más que me lo plantees de una u otra manera, dijo Tomás, el caso es el mismo, Pato. Vos en tu casa podes seguir haciendo lo que quieras y hasta un templo del descontrol, eso nadie se va a oponer, creo que lo sabemos. Pero en la misma noche, que salga a la luz con quién está saliendo Gabriel, sabiendo cómo manejan la privacidad las chicas, y en particular Yamila, que todos ya sabemos que tiene un lugar privilegiado en nuestros encuentros. Nicolás ataba cabos, notoriamente algo de lo comúnmente descontrolado había tocado un límite, seguramente los chicos preparaban el terreno a un suceso de digestión particularmente alarmante. - David tiene sus contactos y vos lo sabés, Tomás, dijo Patricio. Sabés muy bien que las advertencias vienen siempre en mano de alguno de sus cambios perceptibles o nó, de algún comentario casual, o de una prohibitiva dudosamente farsante. -Sí, pero David nó es Dios, respondió, tajante, Tomás, coartando la intención de Patricio de desamortiguar una situación que visiblemente se iba ya de las manos por más nonchalence que los ausentes pudiesen justificar. Patricio miró a Tomás por un instante, como diciendo algo pero sin que su boca formule una palabra. Luego lo volvió a mirar, todavía mirándolo, y dijo: - Ok, Tomás. En el supuesto caso que la situación se descontrole y llegue a esta puerta, en el supuesto caso, ya que tampoco somos nosotros las aves del matadero... -Patricio!..., lo interrumpió Tomás, - Pato!... Hola!... Patricio no supo bien como interpretar esta intervención. Algo inerte, se rascó el homóplato izquierdo y quizá pudo experimentar un momento de claridad en la idea que trataba, Tomás, de fortalecer en ese cuarto ya plasmado de fulgores festivos e historias de estructura, lo que todos buscaban, en algún sentido, en el complemento de los encuentros. -Pato, ya a esta altura con medias tintas!, continuó Tomás. - Vos sabés muy bién qué nivel de desinformación estamos abordando, y vos sabés cómo están los tiempos. No seas tan naif de pensar que, estadísticamente, esto nó nos puede llevar a manejar una situación bastante más desagradable que el revuelo de tangas de esta noche, marcó Tomás. -Sory, no participé del principio de la conversación, intervino Nico, pero de qué estamos hablando, en definitiva, de Yamila, de Davíd, de Gabriel, o del vuelco de situaciones a las que pueden llevarnos las cosas, Tomás. Porque a la hora del relevamiento nocturno de lo que estamos hablando, vos acabás de llegar, nosotros estuvimos y no hay nada de lo que sinceramente sacar una conclusión particular. A menos que te hayas hoy divertido bastante por tu lado, sonrió Nicolás. Tomás, sin perder la actitud de lo comentado a Patricio, respondió, enérgicamente:- Mirá, Nico, permitime, pero vos te pasaste la noche coartado por las implicaciones del encuentro de unos, otros, y, de remate, tampoco te jugaste por Lucrecia, hoy, nó?... Nicolás tuvo una mueca irónica, pero al momento de hablar, ninguna voz salió de su boca. Observó, algo sorprendido, cómo la conversación proseguía sin él. Intentó volver a hablar, con más actitud, pero sólo logró acomodarse en la silla, cambiando la postura de sus espaldas contra el respaldo de la silla. Se sorprendió diluyendo el momento, se vio sacar un cigarrillo, y prenderlo. Patricio parecía más permeable, dejaba intervenir a Tomás sin menos coerción o planteos de forma. Apoyado sobre la mesa, ambas manos de lado, miraba con algo de preocupación disimulada a Tomás, que, ya no tan incisivo en sus vindicaciones, relevaba detalles ocultos de los cuales nadie parecía dignarse a incorporar en las causalidades de esos encuentros esporádicos. Nicolás no pudo reconocer varios elementos naturales de su entorno: el sabor de su tabaco, la reacción frontal de Tomás, el tono sutilmente sepia de la luz blanca del living, la ausencia de Gabriel en la conversación, el mutismo de Marcos casualmente á propos, la naturaleza profunda de la preocupación del desplante que parecía hablar de situaciones y personas, interacciones, y causalismos que sutilmente lo confrontaban a una experiencia interior que nó pudo descalificar de desagradable. Miró el reloj de pié, ya eran las 5 de la mañana, amanecería en breve.
IX.
Un argentino, particularmente sabio, se preguntó: cómo indicar a las generaciones futuras que nuestro saber es la extrapolación holística de nuestro autoentedimiento? Que los hallazgos universales son la declinación de nuestra visión del ser humano, y nó de un singularismo científico? Un escalofrío le recorrió el cuerpo pensando en las derivaciones posibles de un desencuentro de lo humano y la razón, y objetó:
Estoy parado frente a la pirca de la casita, consciente de serlo. Es un punto, dimension 0 de las tres tangibles.
Avanzo unos pasos, apoyado en mi bastón, creando una línea, 1ra dimensión. Nace la dicotomía de lo perfectible, lo humano y la geometría, la conciencia y la ciencia. Realizo un círculo, segunda dimensión, he agotado las posibilidades de desplazamiento humano, que subiendo a un monte, o hundiéndose en un río, imita al ave o al pez...
Los chicos del Distri-Net, sentados en grupo cerrado, musculosas variadas y un par de gorras de otoño, lo interpelan: - Que haces, viejo esghritor... Uno de ellos buscaba fotos en la pantalla monumental, parecida a la de las paradas de ómnibus. Hacía desfilar con grandes gestos un panel de fotos de adolescentes semidesnudas, algo bobalizado y riendose entre dientes. Una chica muy joven, sentada con el dorso apoyado a la columna de cemento, parecía volada o ausente. Los demás, con risas jadeantes o guturales, sonriendo, lo observaban caminar, dar una vuelta, recoger una piedra, mirarlos; todo les parecía notoriamente llamativo y les excitaba a tal punto que tres de ellos se pusieron dificultosamente de pie acercándose al sabio.
David se personificó de repente, radiante e inmenso, y con una mueca boba le guiñaba un ojo...
Nicolás despertó, algo agitado y sudando con la fragua del sueño. Miró la hora, eran las 8 y 30. No escuchó ruido alguno en la casa, los chicos deberían de seguir durmiendo. Observó el vacío del cuarto unos instantes y cerró los ojos. Intentaría recuperar el sueño hasta las 10, 10 y media. Durmió profundamente.
Se despertó abruptamente bajo los gritos de alguien que, desde afuera, llamaba a Gabriel. No supo bien la hora, debían ser cerca del mediodía, pero se acercó a la ventana del cuarto para ver qué estaba pasando. Una mujer, de cierta edad, hablaba con Gabriel y este aparentemente también se había despertado a secas ya que le respondía, desde la realidad intermedia de los derechos y deberes incapacitantes de esos cinco primeros minutos de alborada de la conciencia, desde una manera que, conociéndolo, sólo se justificaba por la respuesta directa y clara de cómo se dan las cosas fuera de toda justificación de conveniencias o carencias personales, convenciones personales, familiares o sociales; lo obvio al desnudo.
Era cuestión de aspectos prácticos de la casa, entendió. Gabriel esgrimeaba con esto que tendría que ser así, y cuando confirmaba, ya otro comentario necesitaba gestión y confirmación en una carrera de elementos superfluos muy lejos de la sutileza y responsabilidad de Gabriel. Este, coartado por situaciones imbricadas, que al parecer tenían un arraigo muy profundo en la cadena de situaciones y contextos que permitían la situación (Gabriel lo sintió muy cerca de perder los cabales, lo que la otra persona recalcó sin tapujos) en algún momento, hablando del tubo de gas de la casa, tuvo que responder al mismo tiempo que ya se había ocupado del recambio y que nó, no se cambiaría porque efectivamente estaba lleno. Nicolás percibió la sutileza con que Gabriel manejaba una situación que perecía fruto de una diplomacia antigua y estructural, como si parte de esa casa entrara en resonancia con cuestiones familiares, manierismos antiguos, toda la parafernalia de lo que le daba a ese intercambio un toque de surrealismo concreto. La persona ya se iba, era cuestión de que el Gato iba a pasar a sacar unas plantitas que molestaban. Gabriel no sabía quién era el Gato. Vio responderse con algo de sarcasmo herido que era el vecino (ése que cobra barato y por donde se arman otros conflictos de quién manda y quien paga, le diría mas tarde Gabriel). El infierno, en definitiva, es una mucama que llega a las 3 de la mañana, pensó Nicolás. Gabriel, sentado en la escalerita trasera por donde atendió a la persona y donde se dio la situación, fumaba en silencio. Nicolás se terminó de vestir, y bajó al comedor.
-Todo tranquilo mi loco?.., escuchó Tomás al salir del almacén del barrio, unas cervezas y cigarrillos en mano. Volvía a la casa donde Gabriel y Nicolás, pasándose el mate, hablaban de algo que parecía tener que ver con la evolución de los soportes digitales. Seguía pensando en el amigo de la familia, el pediatra, el defensor del pueblo, el que ahora se sacaba selfies de asador realizado. Sonrió imaginando un satélite argentino clavado en algún planeta del espacio sideral con las palabras "negro de mierda" en rótulo, a modo de presentación. "Pensar que la primera música que salió al espacio fue una cantante argentina en medio de tripulaciones rusas"..., pensó. "hoy somos el nazismo de otras guerras...".
Del otro lado del río, tres luces rojas en fondo negro parecían anunciar un puesto de carnicería maya. -Es de mentirita..., dice Nico, mirándolo a la vez que Gabriel, riéndose, nó podía dejar de pensar en los estragos de la siquiatría antigua y las empatías antropofágicas.
El vehículo giró, y se fue. Eran las 2 y diez.
VIII.
Nicolás, de regreso en su casa, se despertó a media noche con una sensación desagradable en el cuerpo, esas que dejan los días de alcohol y las noches de malos sueños. Sentado en la entrada de su casa, observando el vecindario, recapitulaba los diferentes componentes de su vida, las personalidades de sus seres cercanos, de la naturaleza de esas relaciones que, entre vínculos y lazos, hablaban tanto del eterno devenir del Ser Humano en la jungla de las complejidades cumuladas por restos de dogmas religiosos, conveniencias transversales, monstruosidades de aceptación sicológica de una modernidad de seres en entropía avanzada, y la eterna soledad de las conclusiones de la contemplación. Nó por nada el ser humano sería el único ser viviente que destruye sus nutrimentos antes de consumirlos, pensó.
Con una sonrisa, se imaginó un tablero de ajedrez en el que, como un siquiatra o demiurgo, contemplaba a los diferentes agentes de su vida en un jaque mate de facto (cada pieza, logrando su destino o las inclinaciones de su personalidad, aportaban una nueva sombra a la casilla donde el nó supo bien cómo personificarse). Su madre, en una postura de Qi Gong, lo miraba desde una esquina, demostrando una fuerza infinita desde su abdomen. Su padre, del otro lado del cuadrilátero, pesas en mano, lo miraba con la actitud del que afronta situaciones de violencia, rompe guitarras por las cabezas, etc.
Pensar en sus hermanos y sus primos, tíos, merecería el detalle delicado. Siguió fumando y tomando su Quilmes (la cerveza que estaba tomando). Pensó, como un apartado fundamental de la idea, cómo la síquis humana evoluciona por reciprocidad.
Eran casi las 2.
📙. "El Derecho se merece."
Prélude de la suite pour luth BWV 995 par J.S. Bach.
VII'. A. El candado.
- Más vale que estás cómoda, negra borracha, si para lo único que te interesa la vida es para que no te violen.., se escuchó a un poeta gritar. - Caminante, nó hay camino, se dijo Gabriel. El borde del río era un mar de gente yendo y viniendo, cruzando el río desde el mercado chino con bolsas de todo tipo, algunos en motocicleta (moto), otros, gritándole a sus hijos, empujaban al gentío en una desesperación ya al borde del colapso.
Se había confirmado la guerra con Chile. La Presidencia y los Oficiales del Ejército habían tomado los pocos aviones funcionales de las Fuerzas Armadas Argentinas para escapar con sus bienes y familia. Los países fronterizos, ante la debacle, habían tomado decisiones extremas: Brasil, ante el riesgo de periclitar su economía con la moneda común (Peso Real) y verse en el embroglio de las hermandades de izquierda, anunció una vuelta drástica al Real a la par que postaba parte de su ejército en la frontera y los pasos principales argentinos. Ya nadie podía cruzar a menos de justificar ciudadanía o pase diplomático. Perú, Bolivia, Paraguay y Uruguay habían decretado el estado de sitio, evitando toda ambigüedad de participación ante el avance Chileno. Inglaterra ya estaba mandando parte de su flota a las Islas Malvinas y tomando medidas de intervención y defensa. Se comentaba así mismo que China estaba desplazando tropas en destino a las bases en el hemisferio Sur.
📙. "Wonnaie courante."
📙. "La langue des 'Σon' oiseaux."
1.
Los chicos se habían reunido en sesión especial. Se comentaba la escalada de la violencia con los problemas endémicos entre Argentina y Chile, los momentos recíprocos de las dos naciones, una, con un desmantelamiento post-dictatorial reciente, otra, colgada de los bigotes de Alfonsín, la gorra de Perón y la ausencia de Frondizi. Otros temas cumulativos y exasperantes parecían tenerlos alertas y tensos, el Demonio Argentucho plasmaba cristogramas entre banderas y postes de luz. Tomás se sulfuró:
- Mirá, David, dice, vos nó podrás concentrarte en tu repertorio y tu reconocimiento internacional, pero acá estamos viviendo un infierno. Esta tarde volví al almacén y nó pude evitar tener que vivir comentarios del tipo " aléjense del perro, no vaya a ser que le agarre un ataque de locura". Con el dueño todo bien, pero el flaco de los detalles evidentes ya confunde dar tema y federalizar el arroyo. - Tal cual, dice Marcos. Lo que pasa es que esta gente (Gabriel pensaba en la empatía antropofágica), vos le hacés un chiste simpático y ellos te caen con el fémur pelado para amigosear con la negrita de las papas fritas. - La misma que mañana anda por ahí llorando tutela, dice Tomás. Estamos en que los gobernantes nó aumentan la tajada de ingresos brutos, eso está bueno debatirlo en caja, más cuando se va un laburante y que paga por todos, pero llega un momento en que mañana hay que defender el sueño y va a haber que abrir un puesto ambulante de educación cívica con los Chilenos en la frontera.
Era obvio que nadie contaba con las luchas anticipatorias, anacrónicas o inconvenientes, David, por ejemplo, recalcó que para estudiar música barroca tenía que levantar un mar rojo de cuestiones románticas. - El eterno ramo de flores, se ríe Nico. - Sí, dice David, el puto y eterno ramo de flores cuando si vos explicás lo que es el romanticismo, volvemos a que Beethoven es Mick Jagger, tragate Weber y que Radio Libertad te ayude. - Somos un país de hippies y políticos en camperita, dice Gabriel. -David, vos decís 'a' y se te levanta una mina en un kiosco, te mira el chofer de ómnibus y te deja en banda, se te rebela la chica farmacéutica y te adora la que te franelea la persiana. Acá estamos todavía en que el homeless pobrecito nó come, nos tragamos containers de manitos chinas y seguimos, gordos como sabemos que somos, debatiendo el color del dedo que te muestra la luna. Es así, doscientos años de historia, doscientos mil pelotudos. No hay forma, y por más que con nuestra energía de ciclón post-europeo tiremos un alambre entre la torre Eiffel y el Aconcagua, nó por eso nos vamos a salvar de los polvorines Mapuches. - Mirá Gabriel, interviene Nico, si el día de mañana se arma la gorda el problema va a ser hasta qué punto nos conviene el celeste. -Exacto, dice Tomás. - La putas andan llorando que se quieren morir antes del fin del mundo climático del 2050, acá somos todos legales y trabajadores de lucro... Nicolás, aprovechando la pausa, dijo - Chicos, ya es hora de que los perros cenen, vamos viendo empanadas, croquetas de combate o papas fritas alebolsas... - Negro comebolsa como para abrir el apetito, dijo Marcos, a lo Magno. A veces se le escapaba un indio. Faltaba la publicidad judía, ni más ni menos.
El resto de la conversación era resumible en una u un montón de palabras. Se habló de la preparación al bisturí, se habló de países fronterizos o históricos. Daban vueltas, pero nadie hacía lo que les hurgaba tenían que hacer. - Tomás, dice Gabriel, si volvés al almacén, ya está, hé?... lo miró a lo macho. Nico pudo haberse cagado de la risa.
-Sí, dice Tomás volviendo de las pastas. - Pero escuché "calentito"... Iba ya por la tercer cerveza.
-Jajaja , se ríe Gabriel, vas a tener que decidir recuperarte o nó... nίκηλαος observaba cómo iba la sopa.
Decidieron morfar bajo la ducha.
-Ratones, dijo Gabriel. - Hasta que nó les ponés una esquina, piensan que son ellos. Volvió a la ducha, pensando en la guitarra que le robaron, en la edad del Hielo de la diplomacia externa.
Eran las 8 de la noche.
2.
La mesa estaba agitada pero todo bien. Estaban faltando unas cervezas, visto la hora, por un viernes, debía ser cuestión de estar desaclimatados.
-A mí lo único que básicamente me interesa es si voy a terminar mi vida en un bunker de Recoleta o en alguna ciudad de Europa. - Ché, igual Disney nó?, preguntó Marcos. - David lo confirma y continúa, - El planteo mío, Tomás, lo entendés? - Sí dice, si a estos negros hay que tirarles un tiro en el casco para que se dejen de reír... Miró a Marcos con una sonrisa irónica. Este, raro como nunca, levantó el índice y amagó una descarga en la cabeza. Nadie intervino. - Ya no te hacés más el pícaro en declinaciones bolicheras..., le pregunta Marcos a David. Nicolás interviene - Yo realmente hago lo mismo, Marcos. Vos sos de los que nunca tuvieron sed y hambre de Argentina. A vos los temas te interesan desde lo económico, pero acá somos varios que nos perderíamos en el Chaco. A vos te importa un carajo la gente, las charlas, vos te quejás de gordo capitalista que sos. - Y de las putas amistades que tiene... dijo Gabriel, sosteniendo una e cantada. - El problema acá y en la luna, continúa David, es que al ser humano o le dan descuartización o le dan paso con la motito, los dos, no se puede. Los chicos lo miraban como queriendo resumir la idea. -Claro, dice David, ponele. Imaginate que yo andubiese charlando con la gente diciendo que me gusta Argentina porque en 15 o 20 años me puedo pagar a la Presidenta. Ahí entramos en circuito cerrado, esas mentes alienígenas y tineleras hacen el corto de dos chistes, un ninguneo y volvemos a cuerpitos por aquí, faloperos por allá. Es muy dificil inculcarle una letra al que la dio vuelta, dice. -Chicos, Argentina es un harem a cielo abierto y las menos putas cuestan caro en tiempo. Hoy es así y lo sabemos. O nó, plantea. Gabriel lo mira como para decirle que baje un tono, y señala el reloj de pié. David prosigue: -Ya basta de concluir horrores, somos filósofos, hoy, de las Pringles. Hay solución? Plantea. -Y... nó, dice Nicolás. Pero igual vos te metes a jugar al mejor juego en red y es una carnicería de joysticks contra ratones y teclado, el mundo está así, dice. - Trump, Jhonson... -Dos yankees, mira Marcos por la ventana, forzando el cuello. -O sea que si esto revienta estamos solos. -Ya estamos, solos, dice Marcos. Alguna guerra perdimos en el camino... La Humanidad habrá muerto en Auschwitz pero llega un punto donde ahora ya ni nos entendemos. Los chicos dejaban las cenizas en el cenicero, en silencio. -Entonces qué, dice Gabriel, nos decimos que ya no hay más cerebros promedio y que todos rajan a otro Valle del Silicio, pregunta, abrumado. Conocimos a nuestros abuelos y padres, chicos, está bien que son de clase media alta pero directamente ahora son de acantilado. Vamos a tener que esclarecer muy finamente qué nos va a mobilizar en lo que se venga. Pero tenemos que pactar un hermetismo permeable. -Otra vez sopa, dijo Marcos. -Y... sí, dijo Gabriel, si hay lugar en el Arca para Omar y Ernesto va a haber que luchar por ello. -Y las chicas?.. plantea Nico, sonriente y risueño. Se le quedaron mirando, iluminados. En ese orden. Ya debían estar por llegar.
- Partuseando violento?, cae Patricio, abriendo la puerta y empujando con la cadera, en una sincronía de llaves, bolsas del súper y cartones de pizza. Volvía como para romper la noche. Los miraba, sonriente. Los chicos, como diluyendo el campanazo, lo odiaron por un instante, hasta que sintieron de nuevo su peso sobre las sillas, y lo miraron con picardía Picarda. -Bueno, de ése tipo de animales hablábamos, tampoco podemos pedir el respeto de la albóndiga en lata, dijo Gabriel. Hubo un gran silencio, todos inmóviles. Patricio, dejando los bártulos sobre la mesa lo miraba algo sorprendido al mismo tiempo que remarcaba un -Hee.., qué pasa con algo de ternura. Gabriel se había ido un poco al caracú con el comentario, se ve que lo habían sorprendido mal en medio de todas esas cuestiones ya meramente complicadas. Un negro de mierda pasaba, carraspeando. -A ver cuando me lustran los zapatos estos Chorizores que ya estoy a punto, se escuchó hasta afuera. El negro, por suerte, era sordo. Patricio miró el tejado y, como acordándose de algo, desapareció en la cocina. -En un rato pasan las chicas, les dijo, de lejos. - Sí.., le respondieron con algo de malhumor los chicos. -Gabriel, vos llamaste a Estefanía hoy que vienen Carla y Alejandra? Preguntó Nicolás. -Sii, responde éste, imitando el tonito que habían tenido un instante anterior. David se rascaba la panza.
Había pasado el amor de la vida de Tomás y ellos ni se habían dado cuenta. Eran las 9 y pico.
📙. "On peut avoir la sensibilité du sens, mais pas le sens de la sensibilité."
3.
Ella acomodaba su pelo. Desnuda en su cama, la piel relajada de una crema que le daba al roce de las sábanas un sabor de desenfreno, juntó sus dos piernas y sintió cómo su sexo, en una pequeña dilatación cerrada, le hablaba del perfume de sus muslos en un nacimiento tripartita. Leía el Martín Fierro. La luz del velador, aunque cerca, nó la incomodaba. La soledad de su cuarto, ése viernes temprano y revelatorio, llenaba de hormonas la periferia del halo de luz, como una bruma de primavera a horas del abrir de persianas. Quiso dilatar un poco sus piernas. Su sexo, algo húmedo, la intrigaba pero con demasía moderada. Decidió recostarse de costado, como una ninfa lectora, su cabeza sobre la mano izquierda, su flequillo meramente en diagonal, por fin una cuestión de nacimiento, pensó. Se lo acomodó levemente, jugando con la curvura de las puntas en un ir y venir de pequeños pellizcos sin relevancia consciente. La sorprendió, leyendo una y otra vez el final de una página interminable, que estaba caliente. Lo reconoció porque sentía su cuerpo como buscando su gravedad tardía. Como queriendo asegurarse de algo, abrió sus piernas y le dió a sus muslos un espacio nuevo. El libro ya cerrado, la vio estirar su cabeza hacia atrás, a la vez que buscaba alguna ecuación entre sus piernas. Mentalizó, con algo ya de experiencia, la naturaleza profunda de su sexo, acarició su perineo, dilató todo lo que el momento pudiese tener de ambigüedades contradictorias. Siguió un momento de inercia. Abriendo los ojos, se precipitó a sus auriculares, y activó una playlist que empezaba con Limp Bizkit. Ante el auspicio de Eminem, su sexo se mojó levemente, su mano derecha ahora buscaba algo holístico que hacía llorar su boca. En sus ojos, cerrados, la transfiguración de sus labios implicaba un beso complicado. Mordió su boca, un impulso certero arrastró su mano. Su cadera era ya un litigio de sensaciones con lugar certero. Le dió cabida a su mano en ése momento de espasmos dilatadores, ya desconocía los límites de sus omóplatos, el placer, tan intenso, la llevó a sentir un gusto amargo en la punta de su lengua. Con la cabeza girada, suspiró ante la primera hola de endorfinas que arremetía en la base de su nuca. Vivió un momento de vacío, abrió los ojos, y prendió un cigarrillo. La noche seguía inmaculada. Reconoció su olor al llevar su mano a su sien, acomodó su flequillo, mordiendo con una fuerza nueva la base de su mano. Se mojó más, aún. Con el cigarrillo prendido, bajó su nariz, aspiró el humo hasta que éste la dañaba; sentía cómo se desarticulaba su cadera ante las embestidas de su mano; levantó levemente la cola, y se reconfortó. Temió quedarse dormida en esa postura, necesitaba un macho. Ondulando, llevando la energía de sus espaldas a su bajo vientre, parecía una bailarina antigua, una vestal romana dilatando aún más su sexo, su mano, entera, no supo bien cuál en ese universo eufrático y perdido, traspasó la frontera de los antiguos... tratados, conveniencias... de los antiguos... expiró, estaba atada de pies y manos. Acercó sus tobillos, hubiera querido desahuciar su boca pero sólo podía reconocerse inmóvil. Masajeó levemente el recorrido medio de su ombligo a su clítoris (punto G). No desfalleció en breve. Levantó la cabeza en un gesto abrupto, miró su pubis, y desmalló su nuca en un cerrar de ojos ahora determinante. Su perineo quiso hablarle, ella se inclinó levemente, se sentía un pulpo absorbiéndose ella misma. Estaba empezando a sudar, mal. Una gota salada se inmiscuyó en el intersticio de su boca, buscó la boca de su útero pero nó llegó a reconocerlo. Se tomó un instante de respiro. No jadeaba todavía, entreabrió los ojos. La luz de los copos de nieve que entre pestañas y sudor llegaban a su retina la hizo romper en un llanto interior semi violento. Creyó perder la cordura en cada espasmo suave. Entonces su verdadero deseo empezó a crecer. Como las olas del mar, éste rompía en las vastas declinaciones de su cola y de su concha, se dobló en un espasmo exorcizante. Eminem nó llegaba. Exausta sobre las ruinas de su placer, como cohibida, interrogó su capacidad de permitirse un cambio de playlist certero. Perdió conciencia unos instantes.
Otro tema parecía despertarla. Sin capacidad de odiar, entregada, se preguntó si encontraría hoy consolación. El ritmo la sedujo, pero nó los tiempos. Se repuso. Se sentó (sintió sus caderas en Imperio), corrió su flequillo sin esta vez obviar la gelatina de sus dedos, tuvo que exaltar. Prendió un cigarrillo. Quedó escuchando una melodía que la conmovía, ya los pretéritos eran de otra era. Miró su depilación, llevó su nectar hasta la boca de su ombligo y dibujó circulitos alrededor de él, para un lado, para el otro. Otro tema, más electrónico, le abrió las puertas a un modo más asexuado y mental. Tocando su labio inferior a la vez que se mordía buscando la sensación de una idea, miró sus pechos; hubiese querido darse una vuelta de 180 grados y alinearlos con sus glúteos. Sus pechos estaban buenos, pensó. Se los veía altos y naturales (algo insistentes en la corbatura con que sus pezones buscaban reconfort, pensó). El humo de su cigarrillo se elevaba y consumía poco a poco el fulgor del momento, sintió sueño, se sacó los auriculares. Temió buscar más dolor. Dibujó en su perineo pictogramas sagrados, y el sueño la sorprendió. Eran las 12 y 12.
Se despertó con ganas de defecar. Almost Honest resonaba en su cabeza. Volviendo a sus auriculares, se concentró en Megadeth de una manera definitiva. El jugo de Dave la absolvió de todo pecado; se volvió a estirar, su cuerpo le hablaba y sus esfínteres la retaban ya a una muerte segura. Entonces pensó en él, lo veía, fumando entre transparencias de alguna casa entregada, cervezas y Red Bulls y habiendo descubierto alguna verdad fundamental en el manierismo de ida de alguna muchachita, cómo la observaba por detrás de algún espejo de su casa. Prendió otro cigarrillo y corrió las cortinas de su cuarto. Subió el volumen; imposible escuchar esto sin romperse los tímpanos, intuyó. Se miró al espejo: realmente estaba muy buena, golée comme une bête, pensó. Observó qué es tanto lo que podía llamar la atención masculina en su vestuario de jeans demasiado grandes y buzos así y todo traicioneros. Giró levemente su cadera para marcar su musculatura bajo la filmina tenue de algo de grasita piadosa; desde su esternocleidomastoideo hasta su talón, todo hablaba de una continuidad alarmante. Imitó la conejita Monroe (de verdad mataba) y se volvió a acostar. Pensaba que en el infierno, cerca de los Campos Alisios, debía haber un puesto de fotografía y modelaje. Sintió el vacío de ese cuarto como un sortilegio improbable. Fumaba, hubiese querido que su flequillo le tape un ojo, en esas posturas facilistas de rubias revolucionarias, pensó. Megadeth estaba bueno pero, desconectada de una sensualidad promedio, refutó la evidencia de su sex toy (enorme, erguido, y rosado) y decidió permanecer en la cama, jugando con su vientre, sintiendo el perímetro de sus órganos, intuyendo en qué medida podía soportar la reclamación de sus caderas y el tumulto de sus senos, que, ya entrando en resonancia, determinaban un toque de remordimientos en serio. Entonces lo llamó, él nó respondió. Dejó su teléfono sobre la mesita de luz y creyó que el fin del mundo estaba próximo. Odió nó haber guardado algunos contactos de encuentros violentos, odió el par de casamientos donde tuvo que ir a hacer buena letra. Se imaginó terminando la noche sola, con su cigarrillo. Se levantó a buscar una cerveza.
Esperaba que el alcohol hiciera efecto. Se tocó las cachas, estaban duras; su clítoris, también. Se aburría; entró en somnolencia. Sin la acompañaba en algún puerto de bajo vuelo; entrevió cómo entraba a algún bar de swingers en Europa, cómo él, volviendo con el bartender, por enésima vez la sodomizaba. Sintió ese movimiento de gata entre paredes cercanas y almohadones de plástico satinado. Nó totalmente satisfecha, había bajado a la pista, puertas cerradas, y lo invitaba a romper el rito de Adan y Eva. Él, volviendo de la barra con unos vodkas, la contemplaba complacer al macho con fulgor profundo. Se sentía entre confundida y errada, caminando por las calles, él la contenía. Volvió a despertar. Al cuarto, las sábanas, su cuerpo. Recordó los comentarios de cómo él pudo haber amado entre almohades y camadas, algo la hizo reír. El silencio ya era instantáneo; miró el cielo raso, nó se decidía a acabar. David me hubiese puesto en cuatro, pensó; en ella sujeto de un General y de una guerra bíblica; en él, pecador y rey. La idea no terminaba de cerrarle. Media cerveza ya la sobredirigía a acariciar su sexo, aunque la lata no dejaba, en oscuras (ya la lámpara había coartado su perímetro) de recordarle algún detalle que, entre mujeres, podía tener el sabor de algún encuentro. Le dolía la espalda; esto no iba. Se sintió como desvestida por un hombre que al final era toda labia, el deseo pendiente y los calcetines y zapatos demasiado en evidencia; recordó a su amiga actriz porno y la benevolencia de enfermera con la que, amor con amor, desvestía hombres más allá de algún límite improbable.
Se estaba volviendo a acariciar, trataba de sentir cada movimiento de su mano como el deseo de su deseo despierto. Levantó su cigarrillo que quemaba la mesita de luz, sintió que ya no habría vuelta atrás; deseó sentirse con él o con el mejor de los machos; en algún momento la intrigó la masturbación masculina. Se imaginó observándolo, así como él la observaba desde la continuidad de su propio ciclo; se lo imaginó viendo su pelo, desvistiéndola en los momentos en que la vio, llevándola para atrás; recordó la dactilografía improbable en aquel cajón de posibilidades estrechas, lo vio encerrarse en el mundo varonil de sus nalgas al mismo tiempo que la penetraba o arremetía en su boca; deseó su cera derretida en su sexo; ya no sabía los límites de la conveniencia y el amor, la violaba, el deseo: supo que tendría un orgasmo antes de la próxima pausa, supo que él no habría concluido ninguna presencia para remplazar la huella sexual que, ya a flor, hablaba de su voluntad entera: necesitó matar la totalidad de lo ideal de ese ciclo demasiado perfecto; deseó enervarlo, morderlo de celos; entonces con sus yemas instigó una violencia innata en el enriedo carnal de un orgasmo inminente; quiso tragarlo; todo; él apartó su boca y se masturbaba en sus labios, ella lo besaba, sumisa, él se concentró en su boca, su nariz, quiso perfumar su flequillo, ella lo mordió levemente y él, eyaculando levemente, acabó en su boca. Ella nó sonreía, nó estaba; ninguno de los dos estaba; bebieron; subió la música. Ella se preguntó hasta qué punto él se animaría a escribir en su cuerpo mensajes rotundos, se lo imaginó bebiendo y fumando, eran los cinco minutos críticos donde nada tiene más relevancia que una crítica apócrifa, pensó. Sonaba This was my life.
Se recostó sobre la cama. Sintió su cuerpo relajado y satisfecho; en algún momento de sus pensamientos había perdido conciencia de la vigilia, el sueño, la proyección, y el deseo. Eran las 1 y 45 y la noche le pareció no traducirle nada. Estaba de costado, su cuerpo le parecía preparado para el momento siguiente. Ella sabía, esto sería una larga noche a solas con su imaginación. Lo detestó; quería que por fin se hiciera presente; nada justificaba su intervención sexual y letrada. Pensó en el destino de las mujeres en general, sintió sus atributos como la carne de alguna malinterpretación entre prosaísmos del Olimpo. Algo en ella acariciaba su nombre, eran las 2 menos 10.
📙. "Les jeunes Megadeth reçurent le Kit du Métaleux à Noël."
4.
Nicolás ya pensaba "bisturí" y alguien, en la noche sideral y eterna, por ahí por las 6, carraspeaba. Ahora la chica de las pastas le subrayaba las latas.
- Todo tendrá que ser una consecuencia de Causas individuales, pensó. Todo infierno es opinión, y todo opinión infierno. Nó por eso dejaba de disfrutar su pizza.
- Sabés que se clavó una p..., auspiciaron.
Quizá no habría más vueltas que aceptar una carne enferma y las cuestiones de Conservatorio. Eran casi las 11, se iría a dormir.
A noir, E blanc, I rouge, U vert, O bleu : voyelles, ...
📙. "Le rond point dans le lac."
📙. "La blondasse en Ferrari. ⬜"
10.
Esto es el dolor de muelas más famoso de la literatura, pensó Gabriel. Pensaba en La Mala Hora.
Había muerto Borges. Es decir, había resucitado de entre la Gloria dejando su legado huérfano entre buitres (su compañera nó había dejado testamento alguno, la de Nisman², pensó). Esto era catapultar un argentino entre truenos, Dios sabría dónde acomodar el archivo, se enreveró. Había mandado la tapa del desenlace Honda a un tío, esa misma madrugada en que rescató Rayuela de los polvorines del tiempo, en la quinta familiar.
El Aleph, esperándolo en una valija, conformaba la última pieza de un triunvirato de escrituras magnánimas, le dictó Jackie Dance, con tumulto molar de ante cena. Dejó el teléfono y se hundió en el mar de reggaetón soft y la esquinería del pueblo. Son hélas 8 menos cuarto.
No muy lejos, Ella pasaría, quizás, en bicicleta, acomodándose el pelo.
10. a. El Testamento y el tesoro.
a.i. Jorge Luis
Esa noche, en lo de Patricio, el encuentro tuvo un gusto especial, ése de las madrugadas con poca motivación a ritualismos propios o derivaciones experimentales de la decena de mandamientos y la centena de parábolas que alguna vez fueron el alfa y el omega de las pequeñas ciudades argentinas. Casi aburridos en ese momento al margen del destino común del recuerdo olvidado de noches mejores, debatían los pormenores del Caso Borges: los españoles ya lo comparaban a un laberinto, algo de prensa francesa sólo se hacía cargo de un suceso meramente diplomático (una Señora y un Legado) y los nacionales opinaban ya sobre el gesto impulsivo de la variedad de implicaciones vanguardistas que dictaba un descarrilar de montaña rusa a la que nadie prestaba demasiada importancia ni cultural, ni de alcurnia, ni de la mar en coche. Se habló por un instante del metro que separaba el tiro al chofer del ómnibus de la Matanza. Se comentaba en las mesas que cómo lo iban a presidenciar a tal y esas cosas como de costumbre. David, atento al intercambio, aprovechó una pausa y dictó:- Miren, gente, leyeron La Carta Robada de Edgar Allan Poe, nó? Nadie lo interrumpió. - Bueno, esto es lo mismo, pero versión nacional, o sea con muy poco que inventar en fallecimientos en fin de semana largo, -O sea vos estás queriendo decir que ya poner un cartel "EN RECESO POR DUELO" en Anchorena al 1660 es ya una señal de tercer round?, pregunta Tomás, algo cohibido por la rapidez de las ideas en su cabeza. -Bueno, dice David, en todo caso es el perímetro nacional de matiz cuchillera... - Lo que yo no entiendo, prosigue Patricio sin dejar que la idea tome forma e infunda un crepitar de literatura ya lista para el fuego, es lo que Borges deja a entender con este acto desinteresado: supongamos (supongamos, ya que el final de El Aleph nos deja con algo de sabor a pelusa de Ego) que quiso escribir una novela o cuento póstuma con ingredientes algo, o demasiado, volátiles como para poder reclamar el derecho de autor de este suceso imaginario, o por lo menos en donde ahora él esté, si es que todavía no está y que se nos va a aparecer como una encarnación a lo Dorian Gray argentino. - Habría que preparar una camisetita de Messi, se mofó Tomás.- Callaate, Half Fire, que ya sabemos lo que vos pensás de la cosa. - Y sí, dice Tomas, obvio. Una seguirilla de intereses sin más magia que un autor universal en un mundo donde las "co" traducen a media Europa y los sobrinos quieren tirar las puertas abajo con ayuda de la policía... -Sin contar a la escribana que no tiene nada y el abogado que ya se limpió el 10%, dijo Gabriel, algo intimidado por el fulgor de un instinto que le nacía de las entrañas. Nico intervino: -Eso está bastante claro, pero lo que nó esta claro, desde nuestro punto de vista nacional y conociendo que todo luthier es artesano, es qué puede ser tan determinante en el oficio bajo de un par de manoteos a una señora grande y los eternos tramullos de las medialunas con dulce de leche. Acá se juega la firma, el resto pudo, y convino, luego hubo. Todos se quedaron mirando a David: -Bueno en el caso Nisman en que se obvia que entraron limpiando pruebas (la franela en la bota) a esta altura ya debe haber habido más movimiento de duplicados que cuestiones de relieve trascendental: a la hora del legado de un Ser adorado por los Conferencistas más respetados de su contexto y de su tiempo propios, lo que aquí tratamos de desenfundar es el raso ruido del metal comptant y la mansedumbre redimidora de una gestión futura de señorita con respecto a lo que todos esperan encontrar en la paz de sus bibliotecas.- Por eso, dice Tomás, ya hubo reunión general con ritmos, tiempos, porcentajes, maletines o pagarés de farolillo. Sin contar el antiperonismo raso de Borges, al que definía como una conveniencia, sin más. El estado siempre es el Norte en estos temas, cuanto más llegue a puerto, más argentino el barco.
Todos quedaron pensando en el formato de presagios propios y de grupo, unos negociando los haberes que el Banco Nación daría a luz con algún manuscrito en blanco, otros, pintando a María en sus mentes, entre acompañante genial y co escritora delicada, aunque tan argentina, de un fait divers con gusto a moho parisino y margaritas tristes (aunque de varios tonos) y globalmente preservando la pequeña brasa de ingenuidad y fuego sagrado en la ventizca de ese descarrilamiento con gusto a nación, acordaron, por silencio mayoritario que, a menos que Chile desfilara por La Moneda con la colección completa de los botines de guerra, se preservarían de facilismos traumáticos y otras hierbas, buscarían reconfort en la embajada francesa e irían a escupir, en fila india y con cautela, sobre la tumba de Lautréamont.
Eran las 6 y cuarto.
📙. "Et les Maçons lachèrent la couillonnerie dans le monde.
Ravaillac, p.q., Chap. VIII"
📙. "Ya lloverán clepsidras. Comentarios, reacciones, La Canti, MJ. 2023
Alitas de pájaro en los ratones? 😂
El mejor culo del hockey."
📙. "Y este tío que no me corre el parlante.
Juan Eslava, A Dormir."
📙. "Ellas venían con una carga inconsciente que rajaba Gomorra..."'"
a.ii. María
📙. "Vieja boca de bagre, hollín de campanario, tomatela."" 🥑💢♎
a.iii. El abogado
a.iv. Los sobrinos
a.v. La escribana
a.vi. El Gobierno
a.vii. Y demáses
11.
Los Chilenos ya estaban a la altura de Córdoba. En un movimiento de tenazas, habían aislado la ciudad del resto del país. La insurrección popular y los pocos recursos tácticos (eran Argentos) dictaban normativas de resistencia que más tenían que ver con la preparación a la huída que la propia fé guerrera de un pueblo ya destinado al rendez vous de la Historia. Los vociferantes de las mesas de pueblo habían escapado en un bochorno similar a la montonería general de las villas. Se decía que escuadrones mapuches cometían crímenes de guerra en venganza de sus antepasados, gente llegando de la Patagonia hablaba de filtraje a sandía o cuchillo. En La Matanza, llegados del extremo sur, habían desatado un caos y una carnicería de la que el boca en boca y la desesperación, único medio todavía pendiente, confirmaba teorías de hombres-higo, pasajes a mundos paralelos y otras trufas.
Prélude de la suite pour luth BWV 995 par J.S. Bach.
VII'. B. La llave.
Prélude de la suite pour luth BWV 995 par J.S. Bach.
VII'. C. La pirquita y el río.