A.
Ho rosa, magnánima rosa
De mi desierto y mi dolor
Dónde despertó la rima y el candor
De nuestra intimidad amorosa
En tu mirar de flor de piel
Quisquillosa, en tu primavera dorada
En la miel absurda de esta contención
Adorada, en el certamen de tus sueños
En el brillo de tu ensueño
Y tu obra maravillosa
De qué tierra gloriosa
De bambúes y baobabs
E inocentes cosas
Tu mirada floreciente, la sensación
Estremecimiento de espinas y de antiguas emociones
Revertir sagrado de sabor bermellón
Vaina sin intervención divina
Materialismos y facultades ocultas
De las Hermandades de otros Mundos
Dónde resides tú?
Pacífica flor incandescente
Vericuetos entre rocas de probable lejanía
Áridos momentos bajo la oscura capa de tu piel
Métrica invaluable de viejos baúles
Energía vibrante de la poesía de tu boca
En este bocal de espacio y tiempo inesperado
Cada segundo de la emancipación de tu sentimiento sutil
Cada roca secular y tosca, cada gota de agua inverosímil
Cada pequeño paso de estrecha controversia
Cada facción, cada ficción, cada espejo
Donde lo abstracto converge con la incapacitante
Evocación de los hechos, auspiciante poesía
Prosa invaluable de los fundamentales, arcaicos
Puentes del sentir, presentimiento fundamental de los latidos
De la vida que en tí encierras, laberinto de cristal
De la frescura de una fuente que en tu boca brilla
Antecedente de un pensamiento francés
En un mundo de correspondencias temibles
Fértil fragancia de lo redondo y el estilo
Sagrado corazón de inestimable pureza
Maravillas y catacumbas, ciclos con sinceridad de sol
Antiguas devociones, sensaciones olvidadas, delicadeza de mi flor.
B.
Elegancia de un encanto primitivo
El sol oculto de una tierra sin nombre
Dónde quedan esos planetas evocados
Árida tierra de letras
Mis ojos nó pueden soñar sin arte
Mis manos, resecas de la blanca tierra
De este infinito cometa
Donde la brutalidad, escondida, entre el sentimiento
Del sentido, y la sensibilidad
Hablan de un vacío, en mi mente
Un soplar sin verbo, un viento de escalofríos
Momentos sin escala
Variaciones sin euforia
En este desierto de voluntad entrópica
De verborrágico silencio
Una arcada nativa, mi rostro bañado de cenizas
Los limbos de mi corazón, la razón violenta
El abismal vértigo de la paz nociva
Un confundir de caminos
La resolución herida de cardúmenes internos
Agonía lejana, sutil herida sin lágrimas
Pensamientos de arte y necesarias venganzas
Subterfugios de arte frío
Violencias adormecidas, recuerdos inhóspitos
Ancestros perdidos, generaciones rendidas
Y el sol brutal y negro que todo lo aspira
Sensaciones de vejez en el verbo
Lógica consecuente del sentir sustantivo
Predicando voces erróneas en acantilados profundos
El amar y otras esencias
Voluntad de silencio de seres y alegrías
Necesidad de sepultar las eñes y toda canción presumida
Necesaria estimación de un terreno temporal y eterno
Donde la dulzura, lo tierno, lo bello, lo inmenso
De tus ojos de lejanía
Me contemplen llorar
Donde el deseado ondular de tu regazo
De blanca tinta y sal
Donde tu mano dulce y sutil
Moviendo los objetos enemigos de mis esperanzas
Donde lo imposible es encontrar equilibrios
Que hablen de tu rostro
Imposibles ecuaciones de vieja estima
Para delinear tu sonrisa de antiguo arte
De frutas y lienzos en flor
Hoy es una tormenta de viento inverosímil
Mi cara y mis pasos y mi entidad entera
El destierro de aquello que dibujaba mi deseo
Busco una estrella en el cielo, todo es sombras
Sólo mi corazón traiciona su existir
En la bruma y en el amar lejano
Partir, volar sobre un laberinto donde las sombras
Erigen un dolor a mi sepulcro
Donde un ídolo encarecidamente se convierte en faro
La sed, la oscuridad, la violencia de un mundo sin vida
Y en mi corazón las letras, grandes, en fuego
El de la vida que pretende existir
Y en algún acantilado de ese mundo lejano
Acurrucado como un animal herido
Los brazos y rodillas y todo mi ser abrazando lo eterno
Entre sueños, indescriptibles sueños
Pienso en ti
Y mi conciencia, mi convicción, y existencia
Ligados a ti
Me envuelve en un onírico mensaje, de astros y universos
Estás en mí.
C.
Se levantó de una fuerza nueva
Decidió que morir era triste
Y dejar a su rosa
El camino le pareció más tenue
De un gesto, apartó las tormentas de arena
De otro, descartó los abismos y los ciclos
Reconoció el orden de sus sentimientos
Bajo un remanso nuevo
Allí lavó sus ojos y besó su frescura
Tocó su pecho y acarició su corazón
Le parecía un pájaro dormido
De un cansancio ancestral, suspiró
Mirando sus huellas ante él
El barro frío creador de caminos
No le había fallado
Observó el horizonte
El cielo, entre transparente y satinado
De un terciopelo de bruma gris
Dormía en su pecho
Los astros parecían dormir, sus ojos
Levemente entreabiertos, respiraban poesía
Su nariz se preparaban al presagio de su flor
Un pequeño ojo de agua en su camino
Lo invitó al descanso, su sien agachada
Respiró profundamente; su aire era energía
Su corazón era fuego
Entonces contó en el rosario de su regresar
Las cuencas de cada suspiro y cada imagen
Voló tal la gaviota sobre un mar saciado
Y calmo
Una cierta paz, solemne, se personificó en su mirada
Entonces el vio, profundamente vio
La bruma y la polvareda que hasta un cielo subía
Pero no notó desorden, ni desdén, en sus formas
Estas eran estatuas de tierra o sal, conjunción
Liberatoria estrofa de sentires con osamenta de tiempo
Escalas bajas y altas, diagonales y sabrosas curvas
Fragancias en toda la extensión de su abrupta suavidad
Una bandada de pájaros cruzaba el horizonte
La hora del encuentro era inminente
Siguió su camino, bajo un cielo de estrellas y el mar